Entro en la habitación de mi hija adolescente y me la encuentro tumbada, como de costumbre, y con el móvil en las manos.
«Hija mía, todo el día con el móvil. Y encima, siempre estáis angustiados, deprimidos. Lo de los adolescentes de hoy, no lo entiendo. Yo cuando tenía tu edad…«
Así empieza una conversación que me va a dar mucho que pensar, porque ni los años 80, cuando yo era adolescente, fueron tan excepcionales como creo recordar, ni nuestros adolescentes son tan insulsos como algunos pretenden.
– Mira, yo creo que nuestra vida era más sana. Estábamos todo el tiempo fuera, con los amigos. Lo mejor era cuando nos íbamos a la playa en bicicleta o en Vespino…
– ¿En qué?
– En Vespino. Era un ciclomotor, como una bicicleta con motor.
– ¿Una moto? ¿Yo también puedo tener una moto?
– ¡No!
– ¡Tú tenías una moto!
– Por eso sé que es peligroso
– Pero llevabas casco ¿no?

Ni casco, ni cinturón, ni crema solar. Las razonas por las que seguimos vivos de milagro
No solo no llevábamos casco cuando íbamos en moto, sino que tampoco llevábamos cinturón en el coche. En realidad, no teníamos ninguna noción de peligro.
También tomábamos el sol sin protección y nos embadurnábamos de aceite solar para tostarnos. Literalmente.
En cualquier caso, no nos pasábamos el día en casa poniendo caritas en las redes sociales y mirando series en Netflix.
Y entonces, ¿qué hacíais?, me pregunta mi hija.
Tardes de pipas en el banco del parque, de marcianitos y futbolín
En los 80, pasarse la tarde sentados en un banco comiendo pipas era todo un plan. Y si teníamos algo de dinero, íbamos a un bar a jugar a los marcianitos o al Flipper o al futbolín.

Cuando ir al cine era un acontecimiento y la música se escuchaba en casete
Ir al cine era todo un acontecimiento. Algunas películas las esperábamos durante meses y, cuando llegaban, se formaban en los cines colas enormes. Eran películas como Cazafantasmas (Ghostbusters), Dirty Dancing, Regreso al Futuro, La Guerra de las Galaxias, Indiana Jones o Ghost.
¡Y la música! ¡lo mejor de todo era la música!. Alaska, Nacha Pop, Radio Futura, Tino Casal, Miguel Bosé, Joaquín Sabina, Loquillo, David Bowie, Stevie Wonder, Michael Jackson, Prince y Madonna. La escena musical era fantástica, en España y fuera de España.
Y esa música la escuchábamos en casetes. Con cara A y cara B. Y a los casetes les poníamos un celo cubriendo los agujeritos de arriba para poder grabar encima. Yo los metía en mi radiocasete y grababa el programa de radio Los Cuarenta Principales. Y luego conseguí un walkman. ¡Eso era lo más!


Litronas, tabaco y discotecas
– Me acuerdo cuando llegó el primer McDonald’s a mi ciudad. ¿Sabes lo que más me impresionó? Que se pudieran comer las patatas fritas con las manos.
– Puff, comida basura. ¿Eso es malísimo para la salud? No sé, no me convences, ¿no hacíais nada más interesante?
Bebíamos litronas que nos pasábamos de mano en mano, fumábamos (porque todo el mundo fumaba y en todas partes) e íbamos a discotecas. ¿Cómo pueden ligar hoy los jóvenes sin discoteca? Si os digo la verdad, hacíamos muchas cosas que no me gustaría que mi hijos hicieran.
Pero, la mayor diferencia y lo que más me inquieta es que entonces teníamos una gran sensación de libertad. No había redes sociales, ni móvil. Cuando salías de casa, si tú no querías, nadie podía saber dónde estabas ni lo que hacías.

Los padres no estaban encima de nosotros ni obsesionados con nuestra seguridad
– ¿Y tú por qué rastreas mi teléfono?, me pregunta enfadada mi hija.
– Porque me preocupo por ti.
– Y tus padres ¿no se preocupaban?
– Eh…. sí, claro. Aunque los padres no eran como ahora, no estaban encima de nosotros.
– O sea, que tenías más libertad que yo…
– Vamos, que hacías lo que te daba la gana y no te pasó nada.

A mí no me ocurrió nada, supongo que era bastante responsable, pero conocí a varias personas que acabaron muy mal. En los 80 había mucha droga, sobre todo heroína. Un montón de cantantes famosos fueron víctimas de sus adicciones, como Antonio Vega, Antonio Flores o Enrique Urquijo.
La década prodigiosa: una creatividad sin límites y una gran sed de libertad
Pero no quiero hablar más de drogas. ¿Sabes que, a la década de los ochenta en España, cuando yo tenía tu edad, la llaman la década prodigiosa? Porque pese a los problemas, España era un país en ebullición. Había, no sé cómo decirlo, optimismo y una creatividad sin límites. También una sed enorme de libertad. Era como si después de la dictadura franquista descubriéramos el mundo por primera vez.

Machismo cotidiano mientras Alaska cantaba «A quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga»
– Pero entonces había mucho machismo ¿no?, me pregunta mi hija.
– Sí, eran otros tiempos y veníamos de muy lejos. Veníamos de una dictadura en la que la mujer dependía para todo del hombre, hasta para tener una cuenta bancaria. Mira, por ejemplo, el divorcio no estuvo permitido hasta 1981. En la tele se hizo una serie sobre eso que se llamaba Anillos de Oro.
Había un machismo cotidiano, muy arraigado, pero como era lo que siempre habíamos conocido, no éramos muy consciente. Pero se notaba que las cosas estaban cambiando. En la radio sonaba «Las chicas son guerreras», Alaska cantaba aquello de «A quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga».
Revolución sexual y sida
Pero, al mismo tiempo, fue la época de la revolución sexual. De la represión se pasó a la libertad sexual, las playas nudistas, las revistas como Interviú llenas de desnudos, el top less en las playas. La tele también estaba llena de tetas y culos. Había como una obsesión, acompañada de una gran apertura. Hasta que el SIDA llegó y lo cambió todo.

Boom del consumismo o cómo dejamos de ser rebeldes para ser conformistas
– Y la ecología ¿os preocupaba la ecología?, me interroga mi hija, que está muy preocupada por el calentamiento global y el cambio climático.
– ¿Ecología?, jeje. Mi generación es la generación del plástico y la del boom del consumismo, comprar, comprar y comprar… Soñábamos con tener lo último, con probar todo lo nuevo, con seguir las modas, éramos hedonistas y, al mismo tiempo, pretendíamos ser una generación rebelde, a contracorriente, que rompía los estereotipos y se negaba a aceptar el mundo rancio de los adultos.
– ¿Y qué pasó?
– Pues que nos hicimos mayores y conformistas. Y esa generación rebelde, criada en una espléndida etapa de libertad, es la que hoy dirige el mundo, la que está al frente de todas las grandes empresas e instituciones.
– O sea, los responsables de toda la mierda que hemos heredado…
Podría reprochar a mi hija su forma de hablar, pero después de esta conversación con ella, no me atrevo a reñirla por algo tan trivial.
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En conclusión
No pienso, en absoluto, que todo tiempo pasado fue mejor, pero es indiscutible que la adolescencia que vivimos la generación X no tiene nada que ver con la que viven nuestros adolescentes de la generación Z. Hemos pasado de una realidad analógica a un universo digital, en el que mandan los algoritmos.

En nuestra época nos movíamos en un entorno cercano, previsible, pero también más cerrado y opaco. Hoy, nuestros hijos están abiertos al mundo. Son muy perspicaces y conocen y entienden cosas que nosotros ni sabíamos que existían. Sin embargo, los cambios son tantos, tan rápidos y tan drástico, que da la sensación de que todo es provisional.
Si habéis vivido los años 80, estaréis de acuerdo con algunas cosas y con otras no. Mejor así. Abro el debate y os animo a dejar comentarios a este artículo.
No me puedo despedir, sin antes dar las gracias a mi hija por su contribución a este vídeo. Adolescentes como ella me hacen creer en el futuro.
Con semejante ejemplo de mamá, Lucìa irá muy lejos!
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