Enganchados a de las redes sociales: torpes, atolondrados y deprimidos

Vemos un vídeo en una red social y pensamos ¡qué divertido!, y luego otro, ¡qué triste!, y otro más, ¡qué injusticia!… En cuestión de segundos, pasamos del amor al odio, de la risa al llanto, del sentimentalismo a la frivolidad. Cada una de esas emociones libera una dosis de dopamina en nuestro cerebro y nos inunda de placer.

Lo voy a dejar, de verdad, este es el último vídeo, nos decimos. Pero no, no lo dejas. Y sigues consumiendo. Unos pocos segundos, una impresión y pasamos al vídeo siguiente. Una notificación, un mensaje, una nueva llamada de atención. Nos dormimos junto al teléfono, nos despertamos con él. Y vuelta a empezar. Buscamos el like, la aprobación, el me gusta, el me encanta o me importa. Nuestro cerebro persigue desaforado ese chute de hormonas del bienestar, como un yonqui, que necesita su dosis a base de estimulación continua.

Nuestro cerebro persigue desaforado ese chute de hormonas del bienestar, como un yonqui, que necesita su dosis a base de estimulación continua.

Por esa misma razón, el impacto de un pulgar hacia abajo, al estilo de la sentencia a muerte del emperador romano, nos afecta sobremanera. Y no digamos una crítica cruel y vacua de alguien al que ni siquiera conocemos.

Nos dejamos afectar por un vulgar pulgar hacia abajo

El aburrido mundo real frente al universo digital de la sobreestimulación y el placer instantáneo

El mundo digital nos estimula de tal manera, que cuando volvemos al mundo real este nos parece gris e insípido. ¿Habéis tratado de convencer a vuestros hijos adolescentes de que vayan con vosotros a dar un paseo por el bosque o salgan al jardín de noche, como cuando eran pequeños, para ver las estrellas? Si son como los míos, la respuesta seguramente ha sido un convincente…. aghhhhh

Y tengo que mencionarlo, ¿qué pensáis de la dictadura de los grupos de WhatsApp, desde los que nos interpelan, nos culpabilizan y nos apremian? «Eh, ¿dónde estás?, solo faltas tú por responder -me dice uno-. ¿Estás viva? -añade otro-. Oye, no nos haces caso.

Y yo pienso, pues no, no te hago ni caso.

¿Cómo ignorar la presión de los grupos de WhatsApp?

¿Las redes sociales nos vuelven más tontos?

La sobreestimulación digital no solo nos roba tiempo y energía, también está degradando nuestras capacidades intelectuales.  No lo digo yo, sino los expertos del ¡Center for Humane Technology’, una organización creada en 2018 por exempleados de las más poderosas tecnológicas de Silicon Valley para alertar de los peligros de la deriva tecnológica sobre el futuro de la humanidad. 

Tenemos menos capacidad de atención y concentración

El efecto más notable es la caída en picado de nuestras capacidades de atención y concentración, que empiezan a parecerse a las de Dori, ¿os acordáis? la amiga distraída y desmemoriada del pez Nemo.  

Gracias a las redes sociales, se cumple aquello de ‘tienes memoria de pez’

Simplificación de ideas y conceptos

También hemos empezado a reflexionar de forma diferente. Tendemos a condensar las ideas, a simplificarlas hasta el extremo, como si el objetivo fuera meterlas en un tuit o en un vídeo de Tik Tok. ¿Pensamiento profundo? ¿Y eso qué es?

En la misma línea, damos prioridad al trivial y entretenido, y adoptamos por facilidad los mensajes superficiales y manidos que inundan las redes sociales y tanto gustan al algoritmo.

Un algoritmo que, por desgracia, también siente auténtica pasión por los contenidos incendiarios y polémicos. Cuanto más odio y miedo destilen, mejor, porque al algoritmo le trae sin cuidado educar, concienciar o informar. Lo único que persigue es enganchar a los usuarios a la plataforma para maximizar sus beneficios, sin importar los estragos que con ello pueda causar a nuestras democracias.

De ahí que las redes sociales se hayan convertido en el paraíso de las voces más extremas y de los orcos que pueblan las granjas de bots, que, con tantos medios a su disposición, lo tienen muy fácil para convencernos de que demos rienda suelta a nuestros más bajos instintos.

Haters y piratas informáticos campan a sus anchas en las redes sociales

Comunicación simplificada basada en la rapidez

La rapidez y economía priman igualmente en nuestra forma de comunicarnos. Tendemos a simplificar las frases, gramatical e intelectualmente.

Me contaba una profesora universitaria, cincuentona como yo, que ella se esforzaba en escribir mails a sus alumnos explicándoles con detalle, frases completas y signos de puntuación, lo que debían hacer. Y le desolaba comprobar que ellos respondían con un OK o un triste emoticono. 

Explosión de problemas psicológicos entre niños y adolescentes

Cada uno de estos efectos pueden resultar inquietante por sí solo, pero los especialistas infantiles alertan, en particular, sobre uno: la explosión de los problemas psicológicos. Nunca había habido tanta ansiedad y depresión entre los niños y los adolescentes.

Psicólogos y psiquiatras alertan de la multiplicación de depresiones y casos de ansiedad en niños y adolescentes

Se encienden las señales de alerta

Aunque lo pueda parecer, no soy tecnófoba. Sin embargo, no sería muy inteligente de mi parte hacer oídos sordos a tantas señalas de alerta encendidas al mismo tiempo.   

En 2022, interrogaron a 700 grandes expertos en inteligencia artificial. Más de la mitad afirmaron que había al menos un 10% de posibilidades de que la IA condujera a la extinción de la humanidad. Si la mitad de los ingenieros que han construido un avión te dijeran que hay al menos un 10 % de posibilidades de que se estrelle ¿te subirías a él?

Si la mitad de los ingenieros que han construido un avión te dijeran que hay al menos un 10 % de posibilidades de que se estrelle ¿te subirías a él?

Cuando los propios empleados de las tecnológicas de Silicon Valley prohíben el teléfono a sus hijos y buscan para ellos una educación a la antigua, es decir, sin pantallas, por algo será. La Unión Europea, como numerosos gobiernos e instituciones son conscientes del problema, pero las medidas tardan en aplicarse.

Curas de desintoxicación digital y dietas de dopamina, los síntomas de una sociedad enferma

Entretanto, en Estados Unidos se han puesto de moda las curas de desintoxicación digital y las dietas de dopamina (es decir, con acceso restringido a las redes sociales). Los hay que eliminan las aplicaciones de sus teléfonos y, los más radicales, llegan a cambiar sus smartphone de última generación por viejos teléfonos sin internet, de esos que solo sirven para llamar y enviar mensajes de texto. Todo en pos de lo que han bautizado como el bienestar digital.

No obstante, eliminar el smartphone de nuestras vidas se antoja un imposible distópico. Es dejar que su lado oscuro devore todo lo bueno que nos proporciona el aparatito en cuestión.

¿A favor? ¿En contra? ¿Qué opináis? Dejad vuestro comentario aquí abajo. Estoy deseando leerlos.

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